viernes, 5 de enero de 2018

EXCEPCIONALMENTE, CREYENTES CONVENCIDOS DE ESTA MONARQUÍA



LOS CIUDADANOS DEBERÍAN SER LOS ÚNICOS SOBERANOS

Es una buena manera de titular esta entrada. A lo largo de estos años, siempre nos hemos pronunciado claramente en este sentido y nos gustaría continuar con las anteriores cartas pasadas.

La primera petición que les hicimos entonces, por desgracia, no nos ha sido concedida. Comprendemos su difícil papeleta a la hora de cumplir nuestro único regalo de este año.

   Preferimos seguir guardando esa memoria, dicen que de “NIÑOS”, a pesar de nuestra edad, pero creemos en vuestras Majestades de Oriente. Por el contrario, no podemos decir lo mismo de vuestro “tocayo impostor”, el señor Felipe de Borbón.

   Una familia “real”, que debería reinar si sus compatriotas, que no vasallos, quisieran. En cambio, la herencia de su padre, Juan Carlos, es su "exclusivo refrendo". Lo subrayamos porque ni este último, ni tampoco su sucesor, todavía hoy, los ciudadanos, ÚNICOS SOBERANOS de este País no han tenido oportunidad de elegir libremente este pequeño detalle de una Democracia española “cuarentona”, que debería estar lista para independizarse de “su sangre azul”. Después, a quién le extraña que una buena parte de nuestros hijos les cueste aplicar ese verbo "innombrable", con el ejemplo...

Afirmamos que este debate, ha sido escamoteado, e incluso, en la actualidad, se sigue escondiendo por parte de muchos políticos terráqueos, paradójicamente, CUMPLIENDO ser elegidos cada cuatro años. Desde nuestro punto de vista, la discriminación, por tanto, su incumplimiento de la Constitución española es manifiesta de ambos Borbón, sencillamente, NO SIENDO IGUALES ANTE LA LEY.

   El primero nombrado por aquel “dedo extraterrestre franquista”, con la aquiescencia de un Parlamento de circunstancias, siempre estrechamente vigilado por algunos militares y partidarios del Regímen, durante unos cuantos años. Por eso, acuerdan una “Ley de Punto Final” para muchos culpables de crímenes contra los perdedores de la Guerra y de aquellos que no dijeran como ese famoso personaje fantástico: “¡Mi Franco, mi Franco!”.

   Aun hoy, el Partido Popular, se desentiende de la "Ley de la Memoria Histórica", incumpliéndola, no destinando ninguna subvención pública y un largo etcétera. Mientras, el que dicen, primero de los españoles, mira para otro lado. En su discurso de Navidad, ¿cuántas veces nombró el tema catalán y cuántas se acordó de los muertos desaparecidos? Únicamente, acudió a París, haciendo el paripé más absoluto y vergonzoso, para homenajear a los republicanos supervivientes (actualmente, muertos),   de la 9, cuando en tu país ni siquiera tienes el detalle de apoyar a las familias de estos, porque es de justicia hacerlo. Seguramente, correrán la misma suerte que sus compatriotas, cuando algunos de los nombrados se dignen, ya no quedarán parientes para enterrarles honrosamente y su coartada será perfecta.

   Curiosamente, su hijo, ha crecido en otra Sociedad, con una presunta evolución del pensamiento infinitamente, más avanzado. Educativamente formado en las mejores escuelas, viajando y observando otras culturas que le debería haber servido para tomar decisiones acordes y consecuentes, poniendo su cargo desde el primer minuto de su nombramiento, al servicio de la decisión de todos los españoles. De esta manera, de modo justo y honesto, se hubieran beneficiado ambas partes. Él, en primer lugar, porque el efecto de esa hipotética visión inteligente, posiblemente, le hubiera dado un apoyo espectacular de propios y extraños, cosiendo heridas de un Pasado, todavía Presente.

Por supuesto, su Pueblo estaría más convencido de dirigentes “de carne, hueso y neuronas”. Lo que  llamaríamos la gente de la Plebe, con los pies en la tierra, pero no, la que cubre todavía muchas tumbas de las cunetas españolas. 

   Sabemos que vuestras Majestades, hacen todo lo posible por satisfacer los deseos de buena voluntad, pero la tarea es ardua y compleja en un país de tradición divina. Por lo visto, los actuales gobernantes  deberían aplicar las normas y las Leyes, aunque fuera, por segunda vez, de la misma manera que lo han hecho con Catalunya.

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